jueves, 28 de junio de 2012

La importancia aprender a interpretar las etiquetas de los alimentos que consumimos.


La importancia aprender a interpretar las  etiquetas de los alimentos que consumimos.

Aprender a interpretar correctamente la información nutricional es importante para saber comer saludablemente, mantener el peso ideal y a estar más sanos. Sobre todo, es muy importante aprender a interpretar la información nutricional de un alimento de acuerdo a su contenido de sal, grasas o azúcares para ver si el alimento es aconsejable. Muchas personas, a la hora de ver la información nutricional de un producto sólo se fijan en la cantidad de calorías de este, un gran error.

 
Para saber si un producto es bueno para nosotros debemos saber identificar de donde proceden esas calorías y si además de energía nos aportan otros tipos de nutrientes como proteínas, minerales o vitaminas. Existen alimentos que sólo aportan “calorías vacías”, es decir, son alimentos con muy poco aporte nutritivo. Las calorías vacías suelen incluir elevadas proporciones de carbohidratos de absorción rápida como los mono y disacáridos, y grasas poco saludables como grasas trans y saturadas. Leer correctamente las etiquetas de los alimentos requiere práctica y tiempo.
Observar la información nutricional según la cantidad
La mayoría de las etiquetas donde aparece la información nutricional tiene dos apartados, uno indicando la información nutricional por cada 100g o 100ml y otro apartado con la información nutricional según el tamaño del servicio.
El primer paso es identificar que cantidad del producto en cuestión vamos a tomar para identificar en la etiqueta la cantidad de calorías, grasas, sal o azúcares que vamos a ingerir.

Determinar la cantidad de Carbohidratos simples (azúcares)
Debes ver qué cantidad de esos carbohidratos son simples (azúcares) y qué cantidad corresponde a carbohidratos complejos y fibra dietética.
Los carbohidratos complejos (almidones) son absorbidos lentamente por el organismo, por lo que producen una elevación más lenta y moderada de la glucosa en sangre lo que permite controlar los niveles de azúcar en la sangre y, al mismo tiempo, suministran al cuerpo energía de larga duración.
En cambio, los carbohidratos simples se digieren muy rápidamente y pasan al torrente sanguíneo en minutos, produciendo una condición de hiperglucemia que significa que existe una gran concentración de azúcar en la sangre. Para contrarrestar esto, nuestro cuerpo produce una hormona llamada insulina, que se encarga de trasladar el azúcar de la sangre a las células, sobrecargando los sistemas de producción de energía de las células. Si no gastamos esa sobrecarga de energía, el exceso de azúcares se convierte en grasa. Ese es el motivo por el cual debemos mantenerlos hidratos de carbono simples (los azúcares) al mínimo, especialmente si estamos tratando de bajar de peso.
Lo más aconsejable es no consumir alimentos que contengan más de 10g de azúcar por cada 100g.
 Determinar la cantidad de grasas “malas”
También debemos determinar la cantidad de grasa en un alimento en particular y qué tipo de grasas se encuentran en el producto. La clave está en saber que existen grasas buenas y malas, para así asegurar el suministro diario de las primeras y evitar las segundas. Las grasas “buenas” son las insaturadas, compuestas por las grasas monoinsaturadas que ayudan a disminuir el colesterol LDL (colesterol malo) al mismo tiempo impulsar el colesterol HDL (colesterol bueno) y las grasas poliinsaturadas también se cree que ayudan a disminuir el colesterol. Las grasas “malas” son las grasas saturadas y trans, y debemos limitar al máximo su consumo, ya que además de fomentar el sobrepeso ponen en peligro el sistema cardiovascular.
Debemos evitar los alimentos que contengan más de 5 g de grasas saturadas por cada 100 gramos.
Determinar la cantidad de Sodio
También debemos prestar atención a la cantidad de sodio que se encuentran en el producto. La cantidad diaria recomendada de sodio no debería superar 3g diarios ya que un exceso de este mineral tiene conocidas consecuencias perjudiciales para la salud que van desde la hipertensión, los problemas cardiovasculares, edemas (retención de líquidos e inflamaciones) hasta los cálculos.
Debemos evitar los alimentos que contengas 1,25 g de sal o más por cada 100 gramos o 0.5 g de sodio o más por cada 100 gramos.